Un duro año de crisis por delante, pero al menos sin humos en los bares. Ese es el pensamiento más ecuánime que cualquier persona puede hacerse hoy, superada ya la inevitable resaca que trae cada año nuevo. En efecto, hoy entra en vigor la amplia modificación de la Ley de 2005 que empezó a restringir el consumo de tabaco en lugares públicos. Entonces fueron los centros de trabajo y los locales de ocio de más de 90 metros cuadrados. Ahora son todos los bares.
Será un buen aliciente para que un sector de los fumadores se animen a dejar el cigarrillo definitivamente, precisamente pocos días después de que se aprobase una subida de precios. Estos días se ha especulado que el próximo verano habrá más gente a la puerta de los bares, con un cigarro en una mano y un vaso o lata de refresco en la otra, generando un aumento del ruido que afectará a los vecinos. Sería un mal asunto que personas que se perjudican la salud perjudiquen de paso también la de terceras personas, al no dejarles dormir en paz. Habrá que seguir el asunto -como también aclarar si los dueños de los locales verán menguadas sus ganancias-, pero antes, mucho antes, ahora mismo ya, la crisis se va a apoderar un poco más de nuestras vidas con la clara intención de hacernosla más difícil.
Porque, todos los años nuevos traen revisiones al alza de determinados precios, como transportes públicos y peajes de autopistas. En un contexto de normalidad económica el encarecimiento de la vida no asustaba más allá de «la cuesta de enero», porque también empezábamos febrero viendo como la nómina del primer mes del año subía algo. Pero en 2011, el cuarto año de esta brutal crisis, el viejo esquema ya no funciona. Porque da la impresión que cada mes que pasa es una vuelta de tuerca más en nuestra particular aproximación al empobrecimiento. Una de las subidas más importantes es el aumento del 9,8% de la electricidad. También sube el gas natural y bombona de butano. Y la gasolina y diesel ya vuelven a estar por las nubes, curiosamente cuando el barril de petróleo aún no es excesivamente caro. Lo cual nos obligará a ser más racionales en el gasto energético.
Pero resulta que las pensiones se congelan y sólo se revalorizan en función del IPC previsto (un 1,3%), mientras que las pensiones mínimas y no contributivas se aumentan un 2,3%. Asimismo, el 15 de febrero desaparecerá el minisubsidio de 426 euros para los parados que agotaron sus prestaciones. Y tampoco es noticia positiva que 2011 deje atrás la desgravación por la compra de vivienda para los que ganen más de 24.000 euros.
En definitiva, un panorama poco alentador, con la maldita crisis instalada en nuestros bolsillos y con redoblados síntomas de que se acerca la funesta parada técnica de la economía. Eso sí, en un año idóneo para dejar de fumar.
Texto y edición: José Fernández