Es una imagen triste que se ve con frecuencia por algunas zonas de Blanes y en otras poblaciones: un inmigrante arrastra un carro de supermercado, en el que ha depositado hierros y chatarra. Hoy he visto y conversado con tres personas cuyas vidas giran entorno a la búsqueda de algo de valor entre los escombros. El primero al que me he dirigido estaba cerca de Mas Borrell, agachado a la sombra.
Me acerco y le comento que deseo saber cómo le va. No me entiende. Es sengalés, tiene veintipocos años y le hablo en francés. Me agacho y le invito a fumar. Me explica que vive en Blanes desde hace aproximadamente un mes, que no lleva mucho tiempo en España.
Cruzó el Estrecho en una patera remando. Cuatro días en el mar. En su brazo izquierdo tiene unas manchas blanquecinas. Quemaduras.
Se acerca su amigo, que supongo ha estado por la zona buscando. Él también estuvo cuatro días remando. Es de Rabat. Les pregunto cuánta gente creen que se dedica a recoger chatarra en Blanes. No tienen ni idea. Pueden ser 20, 30 o más. Deseo saber cuánto pueden ganar al día. El joven senegalés me dice que se ponen a las 7 de la mañana y que están buscando algo de valor hasta las 6 de tarde.
Pueden recoger material por el que luego obtienen 5 euros, o menos algún día. Les digo que la situación está muy mal en España, que hay mucho paro, que han venido en una época muy difícil. Me miran con resignación. Les pido permiso para hacerles una foto de espaldas y les veo alejarse con andar cansino.
Unos minutos después, no lejos de Mas Borrell, veo a otro joven empujando su carro. Son las 13 horas y lo tiene vacío. Entiende y habla el español. Está aquí desde 2007. Ese año y el siguiente trabajó en la hostelería. Me comenta que aún no ha conseguido regularizar su situación, que está sin papeles y que combina la búsqueda de chatarra con algún trabajo ocasional.
Se patea los huertos de Blanes, Palafolls y Tordera y, si no encuentra un jornal, regresa a la ciudad, coge su carro y empieza a buscar chatarra. Me dice que los días que tiene «suerte» puede llevarse al bolsillo 15 o 20 euros. Me da entender que tener suerte es encontrar algo de cobre. Lo pagan a cuatro euros el kilo.
Tampoco tiene una idea clara sobre cuánta gente se dedica a recoger chatarra. Me dice que pueden ser 20 personas las que conoce. Me despido de él, abrumado por lo mal que lo está pasando.
Texto, fotos y edición: José Fernández