Ciudadanos irrumpió en la política catalana en el año 2006, con la clara vocación de regenerar la política alejándose de la línea y los vicios de los partidos mal llamados «tradicionales y de sus maneras de hacer».
Nació para luchar contra el separatismo asfixiante que había impuesto el tripartito de Montilla y sus socios. El nacimiento de Cs era necesario ya que entonces había una parte importante del electorado que se sentía huérfano políticamente hablando.
Aquel proyecto fue creciendo e ilusionando cada vez a más gente, tocando el cielo en las elecciones autonómicas de diciembre de 2017, con más de un millón de votantes que depositaron su confianza en Cs, después de un otoño muy complicado con el referendum ilegal del 1 de octubre y la aplicación del 155. Cs había nacido para aquel momento, y llegó muy bien posicionado para disputar aquellas elecciones que fueron consideradas como un plebiscito, que se tradujeron en 36 diputados, y lo mas importante, por primera vez un partido netamente constitucionalista ganaba las elecciones en Cataluña.
Con los resultados de las elecciones del 14F no cabe la menor duda de que se han cometido errores como hemos podido ver: no presentar candidatura de investidura, después de ganar elecciones; la marcha a Madrid de políticos relevantes, o no plantear una moción de censura a nefasto gobierno de Joaquim Torra. El elector ha visualizado el proyecto de Cs como poco útil y que se iba disolviendo como un azucarillo.
Discursos que eran patrimonio de Cs, como el de la lengua, educación, ser una opción creíble y solvente frente al separatismo hemos visto como otros partidos se lo han apropiado.
Los militantes y los simpatizantes son los que hacen partido en los municipios, la fuerza de los partidos esta en el territorio y no en el Parlament, y en Cs este concepto no se ha entendido bien, y el partido que no entienda esto está abocado a desaparecer.
Los resultados de las pasadas elecciones han sido un auténtico fracaso. Perder casi un millón de votos y 30 diputados, desapareciendo la representación en Lleida y Girona, y lo peor, la credibilidad como partido útil, dejar de ser una herramienta de transformación y regeneración de la política rancia que había instalada en este país, corriendo el riesgo, si no se logra parar, de entrar en una espiral que puede acabar incluso en la desaparición de Cs.
La autocrÍtica siempre es necesaria ante un mal resultado. Negar y querer tapar la evidencia contribuye a acrecentar el problema, que por mucho que se esconda seguirá latente. Por eso, es imprescindible establecer un espacio de debate interno, acometer las medidas necesarias, por muy contundentes y drásticas que sean para regenerar el partido.
Es muy necesario establecer cambios profundos a nivel organizativo y estructural, que conduzcan a poner en valor lo más importante que tienen los partidos: su capital humano, sus afiliados y militantes. Hay que darles mayor protagonismo y respeto. Y una buena forma de comenzar este nuevo rumbo es que asuman responsabilidades los que nos han llevado a obtener este nefasto resultado.
Porque una empresa que pierde el 90% de sus clientes y el 90% de su facturación, automáticamente su consejo de administración pide responsabilidades a los responsables directos de tal desastre, demandando al administrador seguramente, por administración negligente. Y no hay postura más negligente que negar la evidencia.
Este partido es patrimonio de todos aquellos que en algún momento confiaron en nosotros y tiene que seguir siendo un instrumento de transformación y mejora de la sociedad y de la política, son esos valores los que se tienen que mantener.
Desde la humildad y la honestidad hicimos un partido que ilusionó a millones de personas de este país. Esos son los principios que nunca tuvimos que abandonar y queremos que se recuperen. Por eso ahora es urgente e imprescindible renovar Cs.
Sergio Atalaya Martín
Concejal de Cs en el Ayuntamiento de Blanes
Miembro de la corriente Renovadores Cs