A simple vista, el aparcamiento de la estación de Renfe, que carece de papeleras, parece limpio. Es un espejismo, porque la porquería se acumula en los rincones de este espacio público de la ciudad, que frecuentan cada día cientos de personas que dejan su vehículo para coger el tren.
No nos ha sido muy difícil reunir en la memoria de nuestra cámara al menos media docenas de buenas fotos. Sólo hemos tenido que dirigir nuestros pasos a los márgenes del aparcamiento, donde botellas vacías de plástico, latas de refrescos, tetra briks, vidrios rotos, papeles y hasta montones de colillas de tabaco se acumulan ofreciendo una imagen descuidada.
Además, en las inmediaciones del edificio de la estación aún queda retorcida unos metros de la antigua alambrada, que sorprendentemente no se quitó cuando se reformó la estación. La alambrada tiene el dudoso honor de ser la primera mala imagen de la ciudad al salir de la estación.
Si en muchos municipios se cuidan de que al menos los accesos de entrada a la población presenten una imagen aseada, aquí en Blanes eso no ocurre.
La zona próxima a la explanada, que ocasionalmente se ha utilizado para cursillos a escolares sobre seguridad viaria, está atiborrada de viejos neumáticos. Junto a los matorrales asilvestrados, componen la imagen perfecta de la dejadez, la peor publicidad que se le puede hacer a Blanes.
No la hemos fotografiado por ser una imagen conocida para muchos blandenses, pero el espacio reclama desde hace mucho tiempo un saneamiento a fondo, al igual acometer una limpieza de los matorrales de lo que simula ser una zona verde. Allí la porquería es abundamente.
Señalar, por último, que las señales que delimitan las zonas de aparcamiento están casi del todo borradas y que la zona de aparcamienjto de motocicletas se quedó pequeña hace ya mucho tiempo. En definitiva, el aparcamiento de la estación de Renfe reclama una limpieza a fondo, una regeneración del espacio y la colocación de algunas papeleras. ¿Cuándo se hará?