A mi amada hija Carolina, donde quiera que estés

Eres la luz de mis ojos, la razón de mi pasión, la llama que me mantiene en pie y que cada día me da fuerzas para luchar contra el olvido.

Recorres mi sangre por lo más profundo de mi cuerpo y con cada latido de mi corazón me recuerdas tu nombre, porque ahora, sometida en la más cruel ignorancia, no sabes de mí. No sabes, ahora mismo, que tu padre ni te ha olvidado ni te olvidará nunca.

Ni tampoco sabes, amor mío, que no descanso ni un solo minuto esperando el momento del reencuentro. Pero quizá sí sabes que me abrazaste en sueños y me dijiste «Papi, te echo mucho de menos».

En un día tan señalado como hoy, que por avatares del destino no podremos celebrar juntos, te siento más que nunca unida a mí. Aún sin estar presente, puedo oírte decir «Feliz día, Papi» con esa dulzura que solo tú sabes hacer. Porque eres única, del mismo modo que yo lo soy para ti.

Seis meses ya desde que te has ido sin querer irte, Caro. Seis meses sin saber de tu paradero y sin poder oír tu voz. Demasiado tiempo para los escasos nueve años que tienes. Mis ojos se nublan si pienso en la incertidumbre del tiempo que aún falta para que volvamos a comunicarnos.

Por eso quiero que sepas, Carolina, que estoy haciendo todo lo posible para traerte de vuelta a casa. Y que lo imposible lo estoy intentando. Aunque cada vez que consiga abrir una puerta me encuentre con otras cien puertas cerradas. En esta partida de ajedrez, rendirse no es una posibilidad.

Deseo de todo corazón que, más tarde o más temprano, estas líneas lleguen a tus manos. Que sepas que hoy, 19 de marzo de 2017, en un rincón del mundo llamado Blanes, tu padre te recuerda, te siente, te añora y no te olvida. Y que aunque físicamente no estés, nada puede cambiar ni mis sentimientos ni los tuyos. Nada puede impedir que pase un Día del Padre sin ti.

Carlos Salgado Allaria
¡Carolina, queremos que vuelvas a casa!
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