El escritor Ramon Freixenet Estol ha sido premiado con un accésit en XI Certamen Literario de la Gente Mayor de Castellón de la Plana por su obra «Perversiones, literatura y cintas de vídeo».. La entrega de premios se hará el próximo 15 de octubre en la sala de plenos del Ayuntamiento.
Texto del relato premiado:
Perversiones, literatura y cintas de vídeo
Fui precisamente yo, que no tengo nombre, quien la sorprendió infraganti en el lugar de los hechos. Auxilio Lacouture acababa de cometer un crimen atroz y ni siquiera intuyó mi sombra. Aquella noche de luna llena la pude espiar con total impunidad tras el ventanuco de su habitación iluminada por una nocturnidad ahíta de excesos y de insanos augurios. Resplandecía tanto su cabellera rubia platino como su considerable figura yaciente sobre el diván libanés de baratillo. Hacía tres horas que había cometido el delito, dos que se había despojado de la gorra nazi, el abrigo amarillo con fosforescencias sanguina, las botas de media caña verdes pistacho y, escasamente una hora, que se había lavado minuciosamente su cuerpo macizo, para borrar de su piel cualquier indicio que pudiese delatarla. Así que yo, en calidad de amante que exige obediencia, dedicación y absoluta fidelidad, controlo muy de cerca a esa mujer que atiende todos mis gastos a cambio de dejarle un sitio en mi casa. Yo que vengo de ascendientes intelectuales, mecenas y rentistas. Yo que suelo pasearme a caballo por las extensas propiedades familiares. Yo que me he especializado como coaching en inteligencia emocional. Yo que oriento y reubico a menores con problemas de conducta. Yo, a esa mujer del abrigo amarillo, a cambio de colmarla de amor, la dejo que dormite monda y lironda pegada a mi vera.
A su lado, desnuda, tendida como cada noche, simulo dormir. Me llamo Auxilio Lacouture y soy uruguaya de Montevideo. Cuando me visto prefiero la ropa extravagante de corte militar provocativa y, entre otras muchas cosas, además de la literatura, siempre me han gustado las emociones fuertes y un tanto turbias. Confieso que en alguna ocasión, llevada por el morbo, he cometido ciertos actos malsanos; sin embargo, también hay que decir que casi siempre han sido consecuencia de los juegos de rol que con cierta asiduidad practico de la mano de esa sombra china que tengo por amante. El que consigue hacerme feliz desmintiendo todo aquello que a gritos pregona la báscula. El que me hace ver mi figura de carnes prietas y apetecibles tan livianas como el merengue que incluye en algunos juegos de alcoba. El que sigo a pies juntillas y por el cual lo he dejado todo. El que sabe cómo relajarme y que jamás ha abominado de mí ni de mi cuerpo. Él es mi dueño, héroe y señor.
Conozco las paranoias de Auxilio, no en vano yo soy su sicólogo. Mi nombre es Arturito Belano, natural de Santiago de Chile aunque me he criado entre Méjico, Argentina y España. He de aclarar sin embargo que el nombre, nacionalidad y antecedentes, me los ha puesto la impronta novelesca de Auxilio, yo en realidad me llamo Rodolfo Cienfuegos y soy un sapo mejicano nacido en Ciudad Juárez. Auxilio tampoco es Auxilio Lacouture, su verdadero nombre es Mariquita Valparaíso y no es de Montevideo sino de Valencia. Vive con su amante en La Malvarrosa en un cuarto de terraza pegado a los lavaderos, debajo de los cuales tengo yo mi consulta. Es una fanática de la obra literaria de Roberto Bolaño y, de su novela “Amuleto”, ha cogido prestada mi falsa identidad, y ella se ha adornado con el nombre de la protagonista, su nacionalidad y su voz, cuando dice en la primera página: Podría decir por ejemplo que yo conocí a Arturito Belano cuando él tenía diecisiete años y era un niño tímido que escribía obras de teatro y poesía y no sabía beber, pero sería de algún modo una redundancia y a mí me enseñaron (con un látigo me enseñaron, con una vara de hierro) que las redundancias sobran y que sólo debe bastar con el argumento. Este fragmento, siempre que tiene ocasión, lo recita ante sus conocidos imitando el ademán coqueto de taparse los labios, como hace Auxilio Lacouture en la novela, para esconder su desdentada boca. En cuanto al sin nombre que Mariquita tiene por amante, decir que es una sombra china con manía persecutoria, cuya toxicidad acostumbra a viajar pegada a la mente de sus víctimas. Se apodera de su libre albedrio como el chamán que guía, que controla sus voluntades y que las hace actuar al compás de su personalidad egocéntrica. Hablo de un tipo que gusta de hacerse pasar, entre otros falsos personajes, por escritor maldito en cenáculos y tertulias literarias, cuyos autores principales, todos inéditos, jamás pasaron de ser unos perfectos desconocidos. Allí despliega su juego de espejos y lee en voz alta la obra ajena que impunemente ha plagiado, reparte saludos, sonrisas, dedicatorias, peladillas y escapularios de la Virgen del Carmen. Después, harto de vino canalla e indiferencia colectiva, en el cuarto de terraza donde convive la pareja introduce a Mariquita en el puro aislamiento de la sociedad podrida, de la cual según él es necesario alejarse y abominar de ella en el sentido más grave del término. Según su discurso, aparte de que la culpa es de los otros, todo el mundo es malo, tanto amigos y conocidos como familiares próximos y lejanos. Insiste en señalar con su estrategia de asedio que, para preservar el tesoro de su amor, es necesario alejarse de las malas influencias; imprescindible dejar un margen suficiente, dice, un vacio innegociable, afirma, una ruptura sin posibilidad de enmienda. Sostiene de manera reiterada, minuto a minuto y sin posibilidad alguna de finalizar el discurso, que el amor infinito que sólo él puede darle merece por parte de ella los mayores sacrificios. Así que Mariquita ha dejado de lado a su hijo aún adolescente, a sus padres, hermanos y amistades íntimas, lo ha dejado todo por el capricho de esa sombra china y, de la noche a la mañana, se ha convertido en su principal proveedor y única encargada del servicio doméstico. Mariquita lo viste, le da de comer y le compra cuanto pide. Lo último una cámara para poder filmar cintas y más cintas de video, cuyo único argumento es el laberinto del juego de rol en el cual hace entrar a su pareja vestida con la indumentaria de Terminator que, como cada noche, le exige que venga en mi busca para ahogarme en el cubo de agua que tiene tras la puerta del cuarto de terraza, donde la sombra china rueda desde todos los ángulos posibles e imposibles, escena tras escena de su largometraje sobre la ejecución por asfixia de un sapo licenciado en sicología por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Graba imagen tras imagen de mi brillante graduación y posterior caída abismal. Tomas y contra tomas de aquello que fui y en qué me he convertido al socaire de su nocturnidad discursiva de bajo perfil y, sin embargo, eficaz en el caso de las ánimas benditas que caen en su red. La indemnidad que proporciona a la sombra china el ímpetu para acometer en nombre de la culpa que, noche tras noche, inocula a sus víctimas, a las cuales pretende hacer pagar el puñado de frustraciones y envidias que le acompañan. Yo no he sido siempre un sapo. Quizás soy en exceso simple y por ello he de pagar mi culpa. He de pagar por haber sido universitario, por conocerle ejerciendo yo de sicólogo, por mi carrera cinematográfica bajo su magisterio he de pagar. Con todo, me esfuerzo en la interpretación del personaje que me ha encomendado, procuro hacerlo verosímil ante el ojo de la cámara y, sobretodo, estoy muy atento a su voz de ¡Acción! El vocablo que muestra la realidad de aquello que no debería suceder y, sin embargo, sucede. Ocurre mientras su voz imperativa reclama ¡Silencio! Y añade: ¡Motor! Sucede noche tras noche en la hondura liquida. Sucede pasado un tiempo cuando Mariquita siente en su mano mi cuerpo de sapo inerte. Sucede que me deja ir a pesar del castigo con el que habrá de pagar la falta. Sucede, insisto, que en ese instante de desacato, en ese espacio-tiempo de pura libertad, sin ofrecer resistencia me dejo elevar ingrávido, lentísimamente, cinematográficamente, camino de la gloria. Con lo cual la sombra china ordenará ¡Corten! Así que una vez eliminadas las pruebas del delito e indicios que pudiera aportar luz a la investigación de los hechos y, de haberme dejado exhausto bajo el lavadero, Mariquita Valparaíso derramará su humanidad sobre el diván libanés de medio pelo y esperará dormitando a la vera de su amante, dueño y señor a que llegue el día en que el Universo, que es un todo ordenado bajo el gobierno de la justicia, donde no existe crimen sin castigo ni buena acción sin recompensa, ponga fin a tanto extravío y muestre por fin, aunque sea en un incontenible espasmo, imagen tras imagen de vídeo al ralentí de ese sin nombre, atrapado en el ámbar de su propia ínsula.
Ramon Feixenet Estol