Hoy he salido a pedalear. A sudar un poco. A reblandecer la grasa acumulada tras un suave invierno con cientos de horas delante del ordenador. Vida sedentaria, de la que me he distanciado durante unos cuantos kilómetros. Una parte del trayecto lo he hecho por los huertos de Malgrat de Mar. Por el campo. Y me he dado cuenta de que también el radar había salido al campo.
La policía local de Malgrat de Mar está empeñada en reducir la siniestralidad viaria en la población. Y eso es un reto que hay que aplaudir. El radar no tiene buena fama. Y menos si es móvil, porque pensamos que se escuda en el camuflaje para buscar de forma desaprensiva la multa a toda costa. Pero hoy, a lomos de mi bici, siendo el más débil de la carretera, me hado cuenta de que me estaba protegiendo.
La zona agrícola de Malgrat de Mar comprendida entre el río Tordera, la N-II y el casco urbano de la población es un territorio ideal para oxigenarse y practicar el ciclismo. Poco tráfico, las hortalizas en pleno desarrollo, la musiquilla de los aspersores y de vez en cuando algún ciclista que va o viene de la playa. A partir de ahora y hasta que llegue el próximo otoño el aumento de ciclistas -muchos de ellos veraneantes asentados en los cámpings de Malgrat y Blanes-, va a ir en aumento. Y los deportistas del pedal también. Y los fines de semana más todavía.
Por tanto, es congruente que la policía de Malgrat haya llevado el radar al campo y que lo haya colocado junto a un vehículo camuflado, con un agente en su interior. Aunque alguien pueda pensar lo contrario, el límite de velocidad en la zona de los huertos es de 50 kilómetros por hora.
Un límite que muchas veces he visto como lo sobrepasaban muchos vehículos, a pesar del poco tráfico que registra zona y a pesar de mi vida sedentaria. Seguramente son conductores que se conocen la calzada como la palma de su mano. Que se sienten seguros. O que circulan por un territorio que puede serles un atajo. Posiblemente, incluso algunos podrían ser campistas, que han salido escopeteados a hacer la compra al super más cercano, después de pedalear un rato.
Seguramente, en un territorio tan amigable, nadie piensa en el imprevisto, encarnado en un gozoso ciclista o en cualquier máquina agrícola motorizada que transita hacía el huerto vecino. El peligro potencial existe. Ha pasado veloz junto a mi alguna vez, alterando mi relajante pedaleo. Por eso, incluso me parecen excesivos los 50 Kilómetros por hora de velocidad máxima. Y se me antojan escasas las señales que informan del límite de velocidad, situadas solo en los accesos a la zona de los huertos.
Los viales que serpentean por los huertos de Malgrat no son carreteras. Son caminos que están muy bien asfaltados y son amplios. A priori parecen seguros. Pero más seguros lo serían si en la calzada estuviese pintada con un superlativo “30” con fondo marrón, como están señalizadas determinadas zonas urbanas. Tal vez porque no se han puesto, el radar se tiene que llevar al campo.
Texto y fotos: JFG